El
fin de semana pasado me entretuve leyendo La
literatura explicada a los asnos, del novelista José Ángel Mañas, autor de
obras como Historias del Kronen, Mensaka, Soy un escritor frustrado, Ciudad
rayada, Caso Karen o Sospecha. Sin ningún tipo de intención
antológica ni ambición académica, Mañas hace un recorrido por la historia de la
literatura española, dividiéndola en géneros y adoptando el tono de alguien que
se sienta con nosotros a compartir sus conocimientos mientras nos tomamos unas
cañas.
El
libro es más una curiosidad literaria que un manual al uso; de hecho, cualquier
erudito en la materia (cosa que servidor no es) echará en falta la alusión a
determinados autores y seguramente también un mayor rigor en ciertos análisis.
Pero es evidente que Mañas no va por ahí. Bien al contrario, parece buscar un
acercamiento al lector que no suele abundar entre los escritores consagrados y,
aunque no siempre lo consiga (en el texto hay terminologías y referencias que
no están al alcance de cualquiera), al menos por mi parte tiene reconocido el
mérito de intentarlo.
Por
ejemplo, resulta interesante que en el capítulo dedicado a la poesía incluya un
apartado final sobre la música popular, reivindicando la figura de Joaquín
Sabina como máximo exponente de una forma de lírica contemporánea (¿los
trovadores del siglo XXI?) tan valiosa como la que se plasma sobre un papel
para ser leída. Esto no es tan extraño, sabiendo que desde hace tiempo el
nombre de Bob Dylan figura entre los eternos candidatos al premio Nobel de
Literatura.
Del
mismo modo, hay un capítulo en el libro dedicado a tratar las relaciones entre
cine y literatura, y cómo el uno y la otra se influyen y complementan
mutuamente. Como no podía ser de otro modo, Mañas destaca aquí la obra y la
personalidad de alguien como Rafael Azcona, el guionista por antonomasia del
cine español, tan buen escritor (o mejor) como otros que cuentan sus obras por
libros. Azcona, de hecho (y esto lo añado yo, porque Mañas no lo cita),
defendió más de una vez la idea del premio Nobel de Literatura para Woody
Allen.
Cuando
habla de la posible influencia que la cultura audiovisual ejerce sobre la
narrativa moderna, el autor de La
literatura explicada a los asnos opina que ello no se traduce, como quizás
piensen muchos, en que los novelistas contemporáneos se caractericen por el
empleo de una prosa más “visual”. Estoy de acuerdo. Mañas cita el Lazarillo de Tormes y La Regenta como dos posibles ejemplos
(de los cientos que habría) de que la novela ha aspirado siempre, desde sus
inicios, a que el lector visualice o imagine de la forma más nítida lo que se
le narra a través del lenguaje escrito. No se trata de eso. En lo que sí ve una
clara influencia del cine en la manera actual de escribir, es en una mayor
tendencia hacia la síntesis y la elipsis, un más ir al grano y menos andarse
por las ramas. Quizá sea cierto.
No
obstante, creo que hay otros posibles síntomas de este predominio de lo
audiovisual en la formación narrativa tanto de los autores como de los lectores
contemporáneos. Es algo que solemos comentar en los talleres del Aula de
Escritores, ya que a veces surge el debate tras la lectura de un relato o un
texto creativo.
Por
ejemplo, me parece sintomática la tendencia a escribir diálogos menos
elaborados, menos sofisticados tanto en su construcción gramatical como en la
elección del vocabulario. Esto puede deberse a la simple voluntad de reflejar
la realidad, de sonar coherentes con lo que nuestros oídos están acostumbrados
a registrar, y si ahora hablamos peor, si es cierto que hemos empobrecido
nuestro léxico respecto a generaciones anteriores, sería normal que
demandáramos un vocabulario similar a los personajes literarios para que nos
resulten cercanos y creíbles. La duda surge cuando esta simplificación de la
manera de expresarse aparece también en novelas ambientadas en otras épocas, en
esas en las que aparentemente todo el mundo trataba mejor el idioma. Será cosa
mía, pero diría que lo que hoy prima es un uso del diálogo más cinematográfico,
esto es, más directo, más llano, más sencillo en sus formas , menos “literario”
si queréis. Y ojo, no me parece mal. La cuestión es determinar si ese cambio se
debe o no a la influencia del séptimo arte y la televisión o si se trata de una
evolución natural del estilo narrativo.
Otra
duda que me planteo a este respecto es si quizá el predominio de los narradores
en primera persona en los textos literarios de hoy se deba también al hecho de
habernos acostumbrado a recibir las historias de ficción directamente de los
personajes. En las películas y series de televisión no necesitamos el narrador
omnisciente tradicional, esa voz en tercera persona que nos sitúa en la escena
y nos describe los detalles, hasta el punto de que el uso de la voz en off
suele despreciarse como recurso cinematográfico por considerarse
innecesariamente reiterativo (si podemos mostrar las imágenes, para qué
explicarlas).
Admirable
también me parece que un novelista reconozca sin ambages que la adaptación
cinematográfica de una de sus novelas esté más lograda que la propia obra
original. Así es. La novela Mensaka,
segunda que Mañas publicó tras el éxito de Historias
del Kronen, no es mucho más que un ejercicio de buen oído callejero (que
corrobora, eso sí, la opinión sobre la transformación de los diálogos expresada
unas líneas más arriba). Sin embargo, la película que Salvador García Ruiz
consiguió partiendo de dicho texto es una de las mejores operas primas del cine español reciente.
Hay
otras cosas curiosas en el libro, como su entrañable referencia a Ibáñez, el creador
de Mortadelo y Filemón, cuya obra se
cita en el apartado denominado “Géneros menores”, donde, junto a los comics,
también se incluyen las fábulas, los aforismos o las greguerías. Comparto
asimismo el recelo de Mañas hacia el género epistolar, al que este peatón ha
denominado sarcásticamente en alguna ocasión como “la prensa del corazón de la
gente culta”, para asombro o aun escándalo de ciertas naturalezas sensibles (o
sencillamente pedantes y carentes de sentido del humor). Y por si alguien se
preguntaba de dónde procede la expresión coloquial “A ver si suena la flauta”,
que sepa que su origen está en la fábula El
burro flautista, de Iriarte.
Finalmente,
y como simple anécdota, señalar que en un libro que lleva la palabra asno en su título y la foto de un burro
en su portada, el capítulo dedicado a Juan Ramón Jiménez no hace ni una sola
referencia a su obra más popular, Platero
y yo (por supuesto, ni palabra de Rucio en las múltiples alusiones al Quijote). Viniendo del autor de Historias del Kronen, no me extrañaría
que fuese una ausencia provocada.
4 comentarios:
Hace unos años hice un viaje de varios meses con un grupo de universitarios 20 años más joven que yo. Recuerdo un día que me hicieron una confesión sorprendente, no veían el telediario porque no lo comprendían, lo tildaron de usar un vocabulario complejo y culto. Esa misma sensación tengo yo cuando escucho disertar a mis ilustres profesores de carrera. Por eso creo que esa tendencia a la síntesis de la que hablas es en mi opinión más producto de una pobreza generalizada en el léxico, que de la influencia de los medios audiovisuales. Simplemente hablamos peor. Y ¿por qué? Porque hablar bien requiere prestar atención a lo que se dice o a cómo se dice. Ampliar vocabulario exige leer y buscar palabras al diccionario. En definitiva, hace falta esfuerzo y el ser humano como cualquier otro animal de la faz de la tierra, es un animal cómodo.
Si los más jóvenes piensan que el telediario usa un lenguaje culto, entonces va a ser verdad que tenemos un problema...
Gracias por tu amable reseña, amigo. La vocación del libro no es más que provocar una reacción en los lectores. Seguramente me habré equivocado en casos, y habré sido injusto en otros, pero si he conseguido provocar otra opinión, aunque sea a través del desacuerdo, entiendo que he cumplido con mi trabajo.
En mi blog Masvalemañas tengo un apartado dedicado a "El clásico de los viernes". ¡Para quién no tenga tiempo de leerse el libro! Me alegro que os haya interesado.
Gracias a ti por la visita. Y tomo nota para acudir mañana a la cita con el clásico de los viernes. Un placer tenerte caminando por esta acera.
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