
Todo aquel que sienta una pasión incondicional hacia cualquier cosa correrá siempre el riesgo de pecar de pelmazo, o de pedante, o de empalagoso. Es inevitable, me temo.
Pero del mismo modo, uno agradece encontrar de vez en cuando indicios o pruebas concluyentes de que existen otros muchos “enfermos” que padecen su misma patología.
En mi caso, la pasión por las películas podría clasificarse perfectamente dentro de la mencionada categoría, y por eso he disfrutado leyendo un artículo de Carlos Boyero en El País, donde el crítico explica su amor hacia los cines de barrio y evidencia su nostalgia y temor por lo que parece el augurio de una muerte segura.
Como sé que no soy el único aquejado de filmosis aguda galopante, me permito recomendaros dicho artículo
Pero del mismo modo, uno agradece encontrar de vez en cuando indicios o pruebas concluyentes de que existen otros muchos “enfermos” que padecen su misma patología.
En mi caso, la pasión por las películas podría clasificarse perfectamente dentro de la mencionada categoría, y por eso he disfrutado leyendo un artículo de Carlos Boyero en El País, donde el crítico explica su amor hacia los cines de barrio y evidencia su nostalgia y temor por lo que parece el augurio de una muerte segura.
Como sé que no soy el único aquejado de filmosis aguda galopante, me permito recomendaros dicho artículo
1 comentario:
La vorágine es ya imparable...
Publicar un comentario